Por Jaime Massardo
Hace ya un siglo, el 2 de febrero de 1904, fallecía en Roma Antonio Labriola, dejando una obra cuya lenta y muchas veces tardía valoración no puede explicarse sino solamente en parte a través de las vicisitudes de la historia de lo que él mismo caracterizara como “el conjunto de doctrinas que se suele llamar marxismo”. El tono cáustico, cuando no sarcástico, la redacción algo barroca, cierta soledad política, pero sobre todo el espíritu crítico y la radical heterodoxia de Labriola con respecto a estas mismas doctrinas —”he tenido sólo la modesta intención de escribir críticamente de marxismo”—, no favorecieron tampoco, por cierto, lo que Valentino Gerratana denomina la ‘fortuna’ de sus escritos, fortuna que sigue “una línea oscilante y a menudo contradictoria”, limitando considerablemente su recepción y haciéndole, como anota Antonio Gramsci hacia el final del Quaderno 11 (xviii), “muy poco conocido fuera de un reducido círculo (una cerchia ristretta)”.5 “En Italia, durante cuarenta años, por lo menos, a partir de su muerte casi no se ha hablado de Antonio Labriola”, reitera en la misma dirección Palmiro Togliatti en un artículo publicado por la revista Rinascita en 1954…6 Pero, ¿en qué consiste exactamente el espíritu crítico y la radical heterodoxia de Labriola, en qué aspectos de su pensamiento está concretamente presente y por qué, luego de una recepción inicial favorable, irá a provocar la reserva de sus contemporáneos?
Al calor de la lectura de sus escritos, una pista, en rigor, una intuición a explorar para intentar responder a estos interrogantes encuentra su determinación en la concepción de la historia que toma forma en su pensamiento y en la función organizativa que ella cumple con respecto al conjunto de su obra. Esta concepción no proviene, en rigor —es importante subrayarlo—, del “conjunto de doctrinas que se suele llamar marxismo”, sino, como han mostrado algunos autores, de la riqueza de la larga tradición del propio debate historiográfico italiano —”entre 1879 y 1880 me he convertido a la concepción socialista, pero más por una concepción general de la historia que por impulso interno de una convicción madura (fattiva)”— y, por esta misma circunstancia, ofrece un canon interpretativo diverso de aquellas que conforman las premisas teóricas que orientan la práctica política de los “estados mayores” del movimiento obrero, tanto en la Internacional socialista como, luego, en la comunista. El pensamiento y la concepción de la historia de Antonio Labriola se apoyarán en este canon interpretativo para ir trazando desde allí los elementos de una dialéctica en la que se encuentra in ovo los elementos fundantes de una nueva cultura política al interior del movimiento obrero, una nueva cultura política que, como trataremos de mostrar aquí en lo que a algunas cuestiones preliminares se refiere, surge del encuentro que provoca Labriola entre “la larga tradición del propio debate historiográfico italiano” y el Marx radicalmente historicista, ese Marx historiador crítico del capitalismo muchas veces oculto tras los estancos de las diversas disciplinas académicas, tras los compartimentos cerrados de la parcialización de los saberes que conlleva la estructura social de la así llamada “modernidad”. Cultura política, entonces, que desde una determinada concepción de la historia coloca la filosofía de la praxis —”la médula (il midollo) del materialismo histórico… la filosofía inmanente a las cosas sobre las cuales filosofa”, dirá Labriola— en el centro de una nueva representación del mundo, en la cual la filosofía debe ir “de la vida al pensamiento y no del pensamiento a la vida”. “Con Labriola —escribe Georges Labica— nos encontramos frente a una aurora teórica”.
“Me he puesto a escribir dos palabras (qualche parola) y he terminado por llenar muchas hojas en memoria del manifiesto comunista. He escrito sin mirar ni los libros ni mis voluminosos extractos de teoría del socialismo”, decía Labriola a Friedrich Engels, comentando el avance de su trabajo en carta del 15 de abril de 1895.14 “A la mitad del mes entrante publicaré el primer fascículo (preámbulo) de una serie de ensayos sobre a la concepción materialista de la historia (saggi sulla concezione materialistica della storia). Haré la prueba de tratar en muchos opúsculos (que los libros no los lee nadie) aquello, o una parte de aquello que he enseñado en ocho años”, añadía, siempre en carta a Engels, el 30 de mayo siguiente.15 In memoria del manifesto dei comunisti, el primero de estos Saggi sulla concezione materialistica della storia, de Antonio Labriola, aparecerá, efectivamente, en junio de 1895, primero en francés y casi simultáneamente en italiano. La versión francesa, en París, en la revista Le devenir social, fundada ese mismo año por Georges Sorel6 y la italiana en Roma, en una edición realizada por Loescher y preparada por Benedetto Croce, cuyo vínculo con Labriola databa de enero o febrero de 1884, cuando éste asistía a los cursos que el autor de los Saggi impartía en la Universidad de Roma.17 Engels, interlocutor privilegiado de Labriola durante 1890 y 1895,18 a quien encuentra personalmente en agosto de 1893, en el Congreso de Zurich, alcanzará a conocer solamente la primera parte impresa del este Saggio, publicada, como decíamos, en el número de junio de El Devenir Social, lectura de la que da cuenta en carta del 8 de julio dirigida al propio Labriola.19 Su deceso, en octubre, siempre de ese año 1895, le impedirá conocer la segunda edición italiana que en ese mismo momento salía de las prensas.
Fuente: Dialéctica, nueva época, año 31, números 41, invierno 2008 – primavera 2009
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