sábado, 13 de janeiro de 2018

Inicios de 1958 en la Sierra Maestra

Por Ernesto Che Guevara

Relato Pino del Agua II, publicado en la revista Verde Olivo el 19 de enero de 1964 e incluido por el Che en el libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria.

Al iniciarse el año 1958 se había producido cierta tregua entre nuestras fuerzas y las tropas batistianas. Se sucedían, sin embargo, los partes del ejército en los cuales se hablaba un día de 8, otro de 23 bajas rebeldes; por supuesto, sin sufrir ellos ninguna; esta era precisamente la técnica que dominaba, sobre todo en la zona en que operaba mi columna, donde Sánchez Mosquera se dedicaba a imaginarias batallas contra las fuerzas rebeldes, asesinando campesinos con cuyos cadáveres nutría su hoja de servicios.

En los últimos días de enero se levantaba la censura y los periódicos, por última vez hasta que acabó la guerra, publicaban algunas noticias. El ambiente gubernamental respiraba aires de tregua. Ramírez León, legislador batistiano, hacía un viaje más o menos espontáneo acompañado de un concejal de Manzanillo, Lalo Roca, y de un periodista español del París Match, Meneses, que hiciera una serie de entrevistas en la Sierra.

Se publicaban en Estados Unidos extensas declaraciones sobre la denuncia del pacto de Miami hecho por el Comité del 26 de Julio en el exilio que tenía como presidente a Mario Llerena, y como tesorero a Raúl Chibás. (Estos comisionados encontraron tan saludable su trabajo en aquella zona del mundo que, aparentemente, la han fijado como residencia habitual en los momentos actuales y, quizás, tengan profesiones similares a las de la época de la guerra de liberación, cuando parecían personas honestas).

Las entrevistas con Meneses, que se publicaron en la revista Bohemia, tuvieron su repercusión también en el mundo entero, pero internamente fue interesante la polémica sostenida entre Masferrer y Ramírez León, en esos fugaces días en que la prensa habanera publicaba algunas noticias.

La censura se había levantado en cinco de las seis provincias. Oriente seguía con las garantías constitucionales suprimidas y con censura.

A mediados de enero era presentado ante los periodistas un grupo de militantes del 26 de Julio que había sido tomado prisionero al bajar de la Sierra; Armando Hart, Javier Pazos, Luis Buch y el guía llamado Eulalio Vallejo. Tiene algún interés esta noticia, a pesar de que todos los días caían compañeros presos y muchas veces eran asesinados, porque es un índice de la polémica que ya existía más o menos abierta entre las dos partes del 26 de Julio. Frente a una carta, bastante idiota, que yo le había enviado al compañero René Ramos Latour, este me contestó, pero además circuló una copia de mi hoja; Ármando Hart me escribió una nota polémica y pensaba mandármela desde la Sierra, donde fue a ver a Fidel, pero este razonó que esa carta provocaría una nueva contestación, la que a su vez, provocaría otra, hasta que en un momento dado podía caer alguna en manos del enemigo, lo que no nos haría ningún favor. Armandito, disciplinadamente, cumplió la orden, pero olvidó la nota en uno de sus bolsillos y, cuando fuera apresado, la tenía encima.

La vida de Armando Hart y de sus compañeros estuvo pendiente de un hilo durante el curso de los días en que estuvieron presos e incomunicados. La embajada yanki se movilizó para averiguar el origen de esta controversia. A través de toda una serie de términos que se expresaban en las argumentaciones respectivas, el enemigo intuyó algo y paró la oreja.

Independientemente del incidente anotado, Fidel consideró que era importante dar un golpe de resonancia, aprovechando el levantamiento de la censura y nos preparábamos para ello.

El punto elegido era nuevamente Pino del Agua. Una vez lo habíamos atacado con buen éxito y desde ese momento, Pino del Agua estaba ocupado por el enemigo. Aun cuando las tropas no se movían mucho, su particular posición en la cresta de la Maestra hacía que hubiera que dar largos rodeos y que siempre fuera peligroso el tráfico cerca de la zona, de manera que la supresión de Pino del Agua como punto avanzado del ejército podría ser de mucha importancia estratégica y, dadas las condiciones de la prensa en el país, de resonancia nacional.

Desde los primeros días de febrero, empezaron los preparativos febriles y las investigaciones de la zona, en las cuales tomaron parte fundamental por ser vecinos de allí, Roberto Ruiz y Félix Tamayo, ambos oficiales de nuestro ejército en la actualidad. Además, incrementábamos los preparativos de nuestra última arma, a la que atribuimos una importancia excepcional, el M-26, también llamado Sputnik, una pequeña bombita de hojalata que primeramente se arrojaba mediante un complicado aparato, una especie de catapulta confeccionada con ligas de un fusil de pesca submarina. Más tarde fue perfeccionado hasta lograr impulsarlo por un disparo de fusil, con bala de salva, que hacía ir más lejos el artefacto.

Estas bombitas hacían mucho ruido, realmente asustaban, pero, dado que solamente tenían una coraza de hojalata, su poder mortífero era exiguo y solo inferían pequeñas heridas cuando explotaban cerca de algún soldado enemigo; sin contar con que era muy difícil hacer coincidir perfectamente, desde el momento en que se encendía la mecha, la trayectoria en el aire y su explosión al caer. Por efecto del impacto al ser despedida solía desprenderse la mecha y la bombita no explotaba, cayendo intacta en poder del enemigo. Cuando este conoció su funcionamiento le perdió el miedo; en ese primer combate tuvo su efecto sicológico.


En diciembre de 1957, el periodista y fotógrafo madrileño, ascendió a la Sierra Maestra y fotografió a Fidel y al Che Guevara.

Con bastante minuciosidad se prepararon las cosas, el ataque tuvo lugar el día 16 de febrero, el parte de nuestro ejército que saliera en El Cubano Libre y que aquí reproducimos es una síntesis bastante exacta de lo que sucedió.

El plan estratégico era muy simple: Fidel, sabiendo que había una compañía entera en el aserrío, no tenía confianza en que nuestras tropas pudieran tomarlo; lo que se pretendía era atacarlo, liquidar sus postas, cercarlo y esperar a los refuerzos, pues ya sabíamos bien que las tropas que van en camino son mucho más hábiles que las que están acantonadas. Se establecieron las distintas emboscadas de las cuales esperábamos tener resultados grandes. En cada una pusimos el número de hombres equivalente a la probabilidad de que por allí viniera el enemigo.

El ataque fue dirigido personalmente por Fidel, cuyo Estado Mayor estaba directamente a la vista del aserrío, en una loma situada al norte y de la que se dominaba perfectamente el objetivo. En el mapa No. 2 se puede apreciar el plan de acción; Camilo debía avanzar por el camino que viene de Uvero pasando por la Bayamesa; sus tropas, que constituían el pelotón de vanguardia de la columna 4, debían tomar las postas, avanzar hasta donde lo permitiera el terreno y ahí mantenerse. La huida de los guardias era impedida por el pelotón del capitán Raúl Castro Mercader, situado a la vera del camino que conduce a Bayamo y, en el caso de que trataran de ganar el río Peladero, el capitán Guillermo García con unos 25 hombres los esperaba.

Al iniciarse el fuego entraría en función nuestro mortero, que tenía exactamente seis granadas y estaba manejado por Quiala; luego comenzaría el asedio. Había una emboscada dirigida por el teniente Vilo Acuña, en la loma de la Virgen, destinada a interceptar las tropas que vinieran de Uvero y, más alejado hacia el norte, esperando las tropas que vinieran de Yao por Vega de los Jobos, estaba Lalo Sardiñas con algunos escopeteros.

En esta emboscada se probó por primera vez un tipo especial de mina, cuyo resultado no fue nada halagüeño. El compañero Antonio Estévez (muerto más tarde durante un ataque a Bayamo), había ideado el sistema de hacer explotar una bomba de aviación íntegra, usando un escopetazo como detonador, e instalamos el artefacto previendo que el ejército avanzara por esa zona en la que teníamos tan poca fuerza. Hubo una lamentable equivocación; el compañero encargado de anunciar la llegada del enemigo, muy inexperto y muy nervioso, dio el aviso en el momento en que subía un camión civil; la mina funcionó y su conductor resultó la víctima inocente de esta nueva arma de destrucción que, después de desarrollada, sería tan eficaz.

En la madrugada del día 16, Camilo avanzó para tomar las postas, pero nuestros guías no habían previsto que los guardias se retiraban durante la noche hasta muy cerca del campamento, de manera que tardaron bastante en empezar el ataque; creían haberse equivocado de lugar y cada paso lo iban dando con mucho cuidado, sin percatarse de cuál había sido la maniobra. Caminar los 500 metros existentes entre ambos emplazamientos le demoró a Camilo no menos de una hora, avanzando con sus 20 hombres en fila india.

Al final llegaron al caserío; los guardias habían instalado un sistema elemental de alarma consistente en unos hilos a ras del suelo que tenían amarradas unas latas, las que sonaban al pisarlas o tocar el hilo pero, al mismo tiempo, habían dejado algunos caballos pastando, de manera que cuando la vanguardia de la columna tropezara con la alarma, se confundiera con el ruido de los caballos. Así Camilo pudo llegar prácticamente hasta donde estaban los soldados.

Del otro lado, nuestra vigilia era angustiada por las horas que pasaban sin comenzar el tan esperado ataque; por fin se oyó el primer disparo que marcaba el inicio del combate, empezando nuestro bombardeo con los 6 morteros, el que muy pronto finalizaba sin pena ni gloria.

Los guardias habían visto u oído a los primeros atacantes empezar el ataque; y con la ráfaga que inició el combate hirieron al compañero Guevara, muerto después en nuestros hospitales. En pocos minutos las fuerzas de Camilo habían arrasado con la resistencia, tomando 11 armas, entre ellas dos fusiles ametralladoras y tres guardias prisioneros, además de hacer 7 u 8 muertos, pero inmediatamente se organizó la resistencia en el cuartel y fueron detenidos nuestros ataques.

En sucesión, los tenientes Noda y Capote, y el combatiente Raimundo Lien, morían en el intento de seguir avanzando, Camilo era herido en un muslo y Virelles, que era el encargado de manejar la ametralladora, tuvo que retirarse, dejándola abandonada. A pesar de su herida, Camilo volvió a tirarse para tratar de salvar el arma, ya en las primeras luces de la madrugada y en medio de un fuego infernal; volvió a ser herido, con tan buena suerte que la bala le penetró en el abdomen saliendo por el costado sin interesar ningún órgano vital. Mientras salvaron a Camilo, perdiéndose la ametralladora, otro compañero, de nombre Luis Macías, era herido y se arrastraba entre las matas hacia el lugar opuesto a la retirada de sus compañeros, encontrando allí la muerte. Algunos combatientes aislados, desde posiciones cercanas al cuartel, lo bombardeaban con los sputniks o M-26, sembrando la confusión entre los soldados; Guillermo García no pudo intervenir para nada en este combate, ya que nunca los guardias hicieron tentativas de salir de su refugio y, como se preveía, inmediatamente hicieron un llamado de auxilio por radio.

Ya a media mañana la situación era de calma en toda la zona, pero desde nuestras posiciones, en el Estado Mayor, oíamos unos gritos que nos llenaban de angustia y que decían más o menos: “Ahí va la ametralladora de Camilo”, mientras tiraban una ráfaga; junto con la ametralladora trípode perdida, Camilo había dejado su gorra que tenía el nombre inscrito en la parte trasera y los guardias se mofaban de nosotros en esa forma. Intuíamos que algo había pasado, pero no se pudo hacer contacto durante todo el día con las tropas instaladas al otro lado, mientras Camilo, atendido por Sergio del Valle, se negaba a retirarse y quedaban allí a la expectativa.

Las predicciones de Fidel se cumplían: desde el Oro de Guisa, la compañía mandada por el capitán Sierra, enviaba su punta de vanguardia para que llegara a explorar lo que sucedía en Pino del Agua; la estaba esperando el pelotón completo de Paco Cabrera, unos 30 o 35 hombres apostados en la forma en que se ve en el mapa 3, al lado del camino, en la loma llamada del Cable, precisamente porque hay un cable, con el cual se ayuda a subir a los vehículos la difícil altura. Estaban instaladas nuestras escuadras al mando de los tenientes Suñol, Álamo, Reyes y William Rodríguez; Paco Cabrera, estaba allí también como jefe del pelotón, pero quienes estaban encargados de detener a la punta de vanguardia eran Paz y Duque, de frente al camino. La pequeña fuerza enemiga avanzó y fue destruida totalmente; 11 muertos, 5 prisioneros heridos, que se curaron en una casa y se dejaron allí, el 2do. teniente Laferté, hoy con nosotros, fue tomado prisionero; se ocuparon 12 fusiles, entre ellos dos M-1 y un fusil ametralladora, además de un Jonhson.

Uno o dos soldados que pudieron huir llegaron con la noticia al Oro de Guisa. Al recibir esta nueva, la gente de Oro de Guisa debe haber pedido auxilio, pero entre Guisa y el Oro de Guisa estaba, precisamente, apostado Raúl Castro con todas sus fuerzas, pues era el punto donde presumíamos que más posibilidades ofrecía de que llegaran los guardias en auxilio de los atacados en Pino del Agua. Raúl dispuso sus fuerzas de tal manera que Félix Pena cerraría con la vanguardia el camino de los refuerzos e inmediatamente, su escuadra, con la de Ciro Frías y la que estaba directamente al mando de Raúl, atacaría al enemigo, mientras que Efigenio cerraría el cerco por la retaguardia.

Un detalle pasó inadvertido en ese momento: dos campesinos inofensivos y aturdidos, que cruzaron por todas las posiciones con sus gallos bajo el brazo, resultaron ser soldados del ejército de Oro de Guisa que habían sido mandados precisamente para explorar el camino. Pudieron observar la disposición de nuestras tropas y avisaron a sus compañeros de Guisa, por lo que Raúl se vio obligado a resistir la ofensiva que el ejército, conociendo sus posiciones, le hacía desde una altura que había tomado y tuvo que hacer una larga retirada, en el transcurso de la cual perdió un hombre, Florentino Quesada, y tuvo un herido. El camino que viene de Bayamo, pasando por el Oro de Guisa fue la única vía por la que el ejército intentó avanzar. Si bien Raúl se vio obligado a retroceder, dada su posición inferior, las tropas enemigas avanzaron con mucha lentitud por el camino y no se presentaron en todo ese día. El mapa 4 muestra la maniobra aproximada. Ese día sufrimos el ataque constante de los B-26 del ejército que ametrallaron las lomas sin más resultado que el de incomodarnos y obligarnos a mantener ciertas precauciones. Fidel estaba eufórico por el combate y, al mismo tiempo, preocupado por la suerte de los compañeros y se arriesgó varias veces más de lo debido; eso provocó que días después un grupo de oficiales le enviáramos el documento que insertamos, pidiéndole, en nombre de la Revolución que no arriesgara su vida inútilmente. Este documento, un tanto infantil, que hiciéramos impulsados por los deseos más altruistas, creemos que no mereció ni una leída de su parte y, demás está decirlo, no le hizo el más mínimo caso.

Por la noche, insistí en que era posible un ataque del tipo del que Camilo realizara y dominar a los guardias que estaban apostados en Pino del Agua. Fidel no era partidario de la idea, pero en definitiva accedió a hacer la prueba, enviando una fuerza bajo el mando de Escalona, que constaba de los pelotones de Ignacio Pérez y Raúl Castro Mercader; los compañeros se acercaron e hicieron todo lo posible por llegar hasta el cuartel pero eran repelidos por el fuego violento de los soldados y se retiraron sin intentar nuevamente el ataque. Pedí que se me diera el mando de la fuerza, cosa que Fidel aceptó a regañadientes. Mi idea era acercarme lo más posible y, con cocteles Molotov hechos con la gasolina que había en el propio aserrío, incendiar las casas que eran todas de madera y obligarlos a rendirse o a salir a la desbandada, cazándolos, entonces, con nuestro fuego. Cuando estábamos llegando al lugar del combate, aprestándonos a tomar posiciones, recibí este pequeño manuscrito de Fidel:

16 de febrero de 1958. Che: Si todo depende del ataque por este lado, sin apoyo de Camilo y Guillermo, no creo que deba hacerse nada suicida porque se corre el riesgo de tener muchas bajas y no lograr el objetivo.
Te recomiendo, muy seriamente, que tengas cuidado. Por orden terminante, no asumas posición de combatiente. Encárgate de dirigir bien a la gente que es lo indispensable en este momento. (f) Fidel.

Además, me decía verbalmente Almeida, portador del mensaje, que bajo mi responsabilidad podía atacar en los términos de la carta, pero que él (Fidel) no estaba de acuerdo. Pesaba sobre mí la orden terminante de no entrar en combate, la posibilidad cierta, casi segura, de la muerte de varios combatientes y la no seguridad de la toma del cuartel, sin saber la disposición de las fuerzas de Guillermo y Camilo, que estaban aislados y con toda la responsabilidad sobre mis hombros; fue demasiado para mí y, cabizbajo, tomé el mismo camino de mi antecesor, Escalona.

Al día siguiente por la mañana, en medio de las continuas incursiones de los aviones, se dio la orden de retirada general y, después de hacer con la mirilla telescópica algunos disparos sobre los soldados que ya empezaban a salir de sus refugios, nos fuimos retirando por el firme de la Maestra.

Como se puede apreciar en el parte oficial que en aquel momento dimos, el enemigo sufrió de 18 a 25 muertos y las armas ocupadas fueron 33 fusiles, 5 ametralladoras y parque abundante. A la lista de bajas señaladas, hay que agregar la del compañero Luis Macías, cuya suerte no se conocía en ese momento, y algunos compañeros, como Luis Olazábal y Quiroga, heridos en distintas acciones del prolongado combate. En el periódico El Mundo del 19 de febrero aparecía la siguiente información:

“El Mundo, miércoles 19 de febrero de 1958. Reportan la baja de 16 insurgentes y 5 soldados. Ignoran si hirieron a Guevara. El Estado Mayor del ejército expidió un comunicado, a las cinco de la tarde de ayer, negando que haya tenido lugar una importante batalla con los rebeldes de Pino de Agua, al sur de Bayamo. Admítase asimismo en el parte oficial que ‘ha ocurrido alguna que otra escaramuza entre patrullas de reconocimiento del ejército y grupos de alzados’, añadiendo que en el momento de emitir ese propio parte ‘Las bajas rebeldes ascienden a 16, teniendo el ejército como resultado de dichas escaramuzas, cinco bajas’. ‘En cuanto a que haya sido herido el conocido comunista argentino Che Guevara añade el comunicado, hasta ahora no se ha podido confirmar. Sobre la presencia del cabecilla insurreccional en estos encuentros, nada se ha podido confirmar y sí que permanece escondido en las intrincadas cuevas de la Sierra Maestra’”.

Poco después, o quizás ya en ese momento, habían provocado la masacre del Oro de Guisa realizada por Sosa Blanco el asesino que, en los primeros días de enero de 1959, moría ante un pelotón de fusilamiento.

Mientras la dictadura solo podía confirmar que Fidel permanecía “escondido en las intrincadas cuevas de la Sierra Maestra”, las tropas bajo su dirección personal le pedían que no arriesgara inútilmente la vida y el ejército enemigo no subía hasta nuestras bases. Tiempo más tarde, Pino del Agua era desalojado y completábamos la liberación de la zona occidental de la Maestra.

A los pocos días de este combate se produce uno de los hechos más importantes de la contienda; la columna 3, bajo el mando del comandante Almeida, parte a la región de Santiago y la columna 6, Frank País, bajo el mando del comandante Raúl Castro Ruz, cruza los llanos orientales, se interna en los Mangos de Baraguá, pasa a Pinares de Mayarí y luego forma el Segundo Frente Oriental Frank País.

(Tomado de Che Guevara Libros)

FUENTE: Cubadebate

Nenhum comentário:

Postar um comentário