Jorge Luis
Acanda (La Habana, 1954) es Profesor Titular de la Universidad de La
Habana, en la cual imparte historia del pensamiento marxista. Doctor en
Filosofía por la Universidad de Leipzig. Vicepresidente de la Cátedra
de Estudios Antonio Gramsci del Centro de Investigación y Desarrollo de
la Cultura Cubana «Juan Marinello». Ha publicado más de treinta
artículos en distintas publicaciones de cinco países.
Introducción
Fue Gramsci quien, en más de una
ocasión, habló de “traducibilidad” para designar la posibilidad de
trasladar los conceptos creados por una teoría a otra que, de esta
manera, podía beneficiarse de los resultados de la primera. Esta
expresión me viene siempre a la mente cuando me topo con las discusiones
acerca del tema de la sociedad civil, bastante abundantes en el
escenario internacional de las ciencias sociales, y por desgracia
escasas en el nacional, si bien han sido casi las únicas que han animado
la de por sí pobre polémica teórica criolla. Pero si la recuerdo es
porque siempre lo que me ha maravillado es la intraducibilidad -por
decirlo de alguna manera- de los lenguajes utilizados por muchos de los
que entran en iza en torno al contenido de este concepto y el
significado político de este fenómeno. Fue hacia 1995 cuando comencé a
interesarme por el tema, durante una estancia de investigación en la
Universidad de Castellón, donde la bibliografía procedente de varios
países que pude consultar me hizo constatar que fuera de las fronteras
cubanas predominaba lo mismo que ya había observado al interior de las
mismas: la ignorancia de la mayoría de los que trataban el tema
(incluidos muchos que se pensaban como marxistas) con respecto a su
tratamiento gramsciano y la incapacidad de entenderlo si obtenían algún
conocimiento del mismo. Simplemente, se movían en un universo conceptual
radicalmente diferente al del autor de los Cuadernos, lo que
hacía que, pesa al esfuerzo que algunos realizaban (otros ni se
molestaban), no lograran aprehender lo esencialmente renovador del
legado de este autor con respecto a este y a otros temas fundamentales
de la teoría política, que los propios acontecimientos históricos que
nos conmovieron -a finales de los años 80 y principios de los 90 del
siglo XX- colocaron, como nunca antes, en primera línea.
Este es un libro, por lo tanto, acerca de Gramsci y de la sociedad civil. Y necesariamente por esto, de la cultura revolucionaria. El carácter dialéctico, y, por ende, relacional, de su concepción sobre los procesos que tienen lugar en la sociedad, hace que la herencia de este autor sea tan mal interpretada. Aunque muchos hablen de la dialéctica, ella sigue siendo un componente bastante escaso en el pensamiento de una buena parte de quienes se ocupan de la teoría social. Gramsci no entendía los fenómenos sociales como cosas, sino como sistemas de relaciones, como constelaciones expandidas de procesos que se imbrican entre sí. Es una idea que no voy a desarrollar en este momento, pues con posterioridad le dedico unas cuantas páginas.El origen de este libro, como ya dije, se remonta al año 1995, cuando empecé a ocuparme de la relación entre la cuestión de la sociedad civil y la posibilidad, o no, para el socialismo, de alcanzar una hegemonía que la historia parecía arrebatarle constantemente. En estos años, las conclusiones a las que he ido llegando las he presentado en los cursos que he impartido en la Universidad de La Habana, en el Departamento de Filosofía y Sociología de la Universidad de Castellón, en España, y en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Puebla, en México, y en los seminarios que ha organizado la Cátedra de Estudios Antonio Gramsci. También en distintos artículos que han aparecido en revistas de estos tres países. Las discusiones mantenidas directamente con muchos colegas, y los criterios que otros me han hecho llegar sobre mis publicaciones, me han sido de extraordinario valor.
Al llegar a este punto, se torna
imprescindible expresar mi agradecimiento a aquellas personas que, de
una y otra forma, me incitaron a pergeñar estas cuartillas. En primer
lugar a Pablo Pacheco, quien siempre ha prestado su concurso a la
difusión del pensamiento gramsciano. También a Fernando Martínez,
presidente de la Cátedra de Estudios Gramsci del Centro Juan Marinello, y
a otros intelectuales orgánicos como Aurelio Alonso, Juan Valdés Paz,
Esther Perez y Juan Antonio Blanco, cuya palabra y obra fueron fuente
permanente de incitación. Domingo García Marzá, de la Universidad de
Castellón, influyó mucho en mi primer interés en esta temática, y su
ayuda al desarrollo de mis estudios ha sido inapreciable. También
quisiera recordar a otros colegas de esta universidad, como Elsa
González, Andrés Piqueras y Salvador Cabedo, o de su entorno, como
Vicent Pascual, Juan Manuel Ros y Jovino Pizzi. También en España, José
Miguel Marinas y Cristina Santamarina me prestaron, en lo personal y lo
profesional, una invalorable ayuda. De mis estancias mexicanas, mucho me
han aportado el concurso de Dora Kanoussi, toda una institución
viviente de los estudios gramscianos, John Holloway y Sergio Tischler.
Finalmente, aunque no por ello menos importante, debo reconocer la
paciencia con las que mi esposa, mi suegra y mi hija han soportado el
tiempo que les he restado de mi atención para dedicarlo a esta tarea.
A todos ellos debo mucho de lo bueno que pueda aparecer en estas páginas. Lo malo es de mi exclusiva responsabilidad.
La Habana, octubre de 2001.
Índice
Introducción / 7
Una consigna desde la selva / 11
¿Una cuestión de estirpe? / 29
Razones para una persistencia / 43
Modernidad y capitalismo / 65
Las dos caras del liberalismo / 87
Las fuentes cosmovisivas de la idea de sociedad civil / 133
La racionalidad del poder, o de bayonetas y posaderas / 159
Sociedad civil y emancipación humana / 187
Hegemonía y sociedad civil / 223
Hegemonía y cultura revolucionaria / 263
Apéndice. La recepción de Gramsci y la discusión acerca de la sociedad civil en Cuba / 309
Bibliografía citada y consultada / 343
FUENTE: Marxismo Crítico
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